lunes, 24 de agosto de 2009

El Bar III

En el bar todo esta prohibido, salvo algunas cosas, nadie sabe cuáles. Todas las acciones tienen, por esa causa, un aire de clandestinidad.
Las autoridades no son evidentes. Tal vez tienen apariencia de parroquianos. Tal vez sus castigos están disimulados entre la confusa serie de sucesos casuales.
Suele sospecharse de los mozos. Ellos jamás traen lo que se les pide. Aparecen subitamente sin ser llamados, e indefectiblemente cobran cuentas que pertenecen a otras personas. A veces, hacen circular rumores falsos, probablemente con la intencion de entererarse, a cambio de conspiraciones verdaderas. Muy a menudo, los mozos desaparecen y son reemplazados por otros, enteramente desconocidos.
Algunas mujeres, especialmente las prostitutas, tienen forma de informantes. Por cierto, es frecuente que, como pago de sus apurones eróticos, bajo las mesas, acepten gustosamente un secreto que una moneda.
Los hombres mezquinos aprovechan este detalle e inventan intrigas o planes de evasión, para solventar su lujuria.
Aqui hay que decir que la mayoria de las confabulaciones se hacen públicas por culpa del coro.
Este grupo ejerce una demencia polifónica que los impulsa a comentar cada relato del Narrador y también a revelar toda intimidad, bajo la forma de un canto refinado.
Es probable que ellos piensen que la llave del bar es un acorde secreto, que la armonia es la puerta y que sus voces acertarán un día la combinación oculta.

Alejandro Dolina

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